domingo, 5 de febrero de 2017

VACACIONES - Hernán Dardes



La última vez que Jesucristo visitó Buenos Aires, una astilla del clavo que supo atravesar sus empeines lo tuvo a maltraer con el detector de metales en Aeroparque. El carro celestial que su padre prometió que lo esperaría sobre Costanera no estuvo a tiempo y lo obligó a subirse a un taxi, cuyo conductor lo sometió a una prédica opuesta a sus enseñanzas, pese a llevar un calco suyo adherido al parabrisas.
            La última vez que Jesucristo visitó Buenos Aires preguntó en la Secretaría de Turismo cuál era el templo de moda a la hora de ir a patear mercaderes, y lo pusieron al tanto de que la costumbre ahora era hacerlo frente a las terminales ferroviarias. Le prohibieron caminar sobres las aguas del Riachuelo, y tampoco pudo multiplicar sus peces, porque todos los múltiplos de cero, inevitablemente dan cero.
            La última vez que Jesucristo visitó Buenos Aires aprovechó un 2x1 en sangre de su padre, durante un after mass en la zona de Palermo. Las hostias porteñas le resultaron desabridas, pero antes que nada, inútiles a la hora de absorber la salsa restante de su plato de fideos.
            La última vez que Jesucristo visitó Buenos Aires intentó persuadir sin éxito a dos contendientes en una velada de boxeo, informándoles que si ambos se encomendaban a su padre antes de la pelea, las solicitudes se anularían, porque Él simplifica plegarias opuestas, usando la lógica de las ecuaciones matemáticas.

La última vez que Jesucristo visitó Buenos Aires se divirtió intrigando a una gitana que no supo interpretar el hoyo que atravesaba la línea del corazón en su mano izquierda. Y si bien durante su visita al cementerio de la Recoleta se tentó, no resucitó a nadie. Cuando está de vacaciones, dice que no trabaja.